La célula básica de la sociedad y de la Iglesia es la familia, sin embargo, la realidad comunitaria crece “hacia arriba” de manera que la familia humana y eclesial aumenta en cantidad y calidad social.
Todos los cristianos pertenecemos a una realidad social y eclesial muy antigua, la Parroquia. Dicha realidad parroquial ha experimentado cambios y evoluciones desde sus orígenes, en los últimos 30 años la realidad parroquial ha sido cambiante y hasta diferenciada.
Como toda Asamblea cristiana, la Parroquia reúne en su seno y alrededor de la Eucaristía una inmensa diversidad de realidades personales y grupales donde la riqueza de carismas se combina con los métodos de evangelización y catequesis así como las realidades comunitarias. Toda familia es diversa y de la misma manera toda Parroquia es diversa.
Durante varios años, en El Salvador, los líderes parroquiales trataron de “estandarizar” la realidad parroquial a través de los ministerios, la renovación carismática o los sistemas de nueva evangelización, esta estandarización produjo no pocos conflictos cuasi sangrientos entre líderes y párrocos llegando a ser algunos conflictos excluyentes.
No fue sino hasta la 4° Conferencia Episcopal latinoamericana de Santo Domingo cuando el magisterio regional dio el paso decisivo de aclarar que toda Parroquia es una gran comunidad donde participan Comunidades y Movimientos.
La 5° Conferencia del Episcopado latinoamericano celebrada en Aparecida – Brasil en 2008 dio otro paso adelante al definir a la Parroquia como comunidad de Ministerios, Comunidades y Movimientos, así como casa, templo, lugar de encuentro (patio) y escuela de vida, justo como los salesianos definimos nuestros Oratorios. Esto no es de ninguna manera casual, es una acción del Espíritu Santo.
Reflexionemos entonces, hermanos y hermanas, en esta realidad eclesial y social que es la Parroquia para que cada SC pueda aportar, desde el carisma común, la gracia del espíritu salesiano.
Miguel Alfonso Muñoz, sc
Consejo Nacional – El Salvador
Formación Permanente
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