Don Bosco quiso, desde sus primeras aventuras comunitarias en la Sociedad de la Alegría, que las relaciones entre los miembros fuesen marcadas por un clima familiar y de confianza donde jóvenes mayores y jovencitos se tratasen como hermanos, hijos de Dios y partícipes de su familia universal. Sin embargo es necesario reconocer que el clima de familia no se da por “generación espontanea”, ni en la Sociedad de la alegría ni en nuestras comunidades sino que es el resultado de una tarea de servicio de los animadores y del aporte de todos los miembros.
Estar juntos, es el resultado de nuestra voluntad vocacional, como laicos no vivimos juntos pero si trabajamos juntos constituyendo una comunidad de salesianos seglares y establecemos relaciones humanas de larga y larguísima duración. Cada persona aporta sus cualidades y sus dones, cada persona busca y se esfuerza por superar sus sombras y defectos de la misma manera que cada uno “se deja querer”, se deja amar por los demás miembros del Centro, de la Comunidad (1).
La familiaridad se expresa en gestos personales, nadie sabe exactamente como ni cuando este clima de familia toma forma pues cuando sucede esto es más visible para las personas de afuera que para los de adentro, es entonces cuando se hace evidente “como se aman”, que la fraternidad no es un imposible, que nuestras comunidades son capaces de encarnar la utopía y se convierten en profecías de la fraternidad(2) y que la amabilidad en el trato es una manera de ascesis espiritual.
Sin embargo, este clima de familia se conserva en vasos de barro que deben ser respetados, cuidados, asumidos. Cuando este clima es evidente surgen las simpatías y los primeros encuentros vocacionales (3) de parte de los jóvenes y adultos que nos rodean.
Los redactores del Proyecto de Vida Apostólica, sabiamente, prevén que ningún animador del Centro lo haga por periodos prolongados pues eso termina siendo negativo para el protagonista y para la comunidad. Al normar que ningún animador pueda ser electo más allá de 2 periodos consecutivos, el PVA facilita que todo miembro del Centro se convierta, mas tarde o más temprano, en animador de cualquiera de las Consejerías disponibles y que por otro lado, todo animador se preocupe de formar y capacitar colaboradores, por construir trabajo en equipo, por involucrar a todos los miembros en la animación de la Asociación local y regional.
En conclusión:
- Construir el clima de familia en nuestros Centros es, espiritualmente, volver la vista a la familia Bosco en I Becchi, reconocer sus valores y sus experiencias pues fue allí donde Juan Bosco aprendió a vivir en familia, Mamá Margarita, José Bosco y los campesinos de I Becchi fueron la comunidad génesis del espíritu de familia que Don Bosco llevó luego a todas partes.
- El clima de familia no nace espontáneamente, es el fruto de una vivencia intensa y el aporte de los miembros de toda la comunidad. Cada uno aporta y también cada uno se convierte en mejor persona, mejor creyente, aportando sus dones, su trabajo y sus ideas, aprende a opinar e incluso a discutir con respeto, con amabilidad, con paciencia.
- Los valores que la familia Bosco vivió y transmitió a su hijo Juan fueron(4):
- El amor materno equilibrado, maduro, sacrificado, hecho de dulzura y de firmeza.
- La práctica del trabajo esforzado y dignificante, el sacrificio personal.
- El sentido de Dios presente y amoroso, atento a las necesidades de los demás.
- La razón, la racionalidad, la capacidad de discutir sin romper la fraternidad, la capacidad de escuchar, de argumentar y la posibilidad de ser escuchado.
- La valentía al afrontar el presente y el futuro, las situaciones difíciles de la vida diaria, los proyectos de vida, esta valentía que está hecha de afrontar los acontecimientos y el propio miedo, sin fingir, sin evadirse.
- El gusto por actuar conjuntamente, en familia, en equipo, en comunidad, con los jóvenes, con los mayores, como hermanos y hermanas.
- El gusto por estar reunidos, conocernos y encontrarnos.
Durante toda su vida, Don Bosco se esforzó por hacer vivir a sus jóvenes y a sus salesianos la dulzura, la paz, la seguridad que, a pesar de las dificultades, encontró el en la familia de IBecchi. La Familia Salesiana, nuestra Asociación, nuestros Centros, si quieren ser genuinos, tienen que sentirse marcados, aun hoy, por aquel clima de familia agradeciendo a Dios por Don Bosco y por Mama Margarita, que se encuentra en sus orígenes.
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